Un error de apellido Preysler


         Un error de apellido Preysler
Cuando Mario Vargas Llosa decidió, empujado por un amor disfrazado de pasión, cambiar de vida junto a Isabel Preysler, supo que no sería fácil. Él, amante de las fábulas, se convertía en el protagonista de una de ellas. Fueron ocho años intensos, no siempre fáciles, de un renacer radical y de una exposición mediática en la que no se sentía del todo cómodo. De repente nada era lo mismo. Ni siquiera él parecía igual ante los ojos de quienes le observaban en esa nueva faceta, desdibujado entre las portadas de la revista Hola y los programas del colorín. Ni los premios, ni las luchas sociales, ni su irremplazable contribución a la escritura hispana parecían suficientes en una realidad en la que intentó encajar, pero no pudo. A Vargas Llosa se le quedó pequeño el mundo porcelanico de Preysler y, cuando quiso salir de allí, se topó con tantos laberintos que no tuvo más remedio que recurrir a Patricia, su brújula, la mujer y madre de sus hijos que no solo colaboró en su éxito sino que, abnegada y generosa, perdonó y olvidó para un bienestar común. La salida de Villameona como lugar clave en su relación fue del todo menos agradable. Las últimas semanas resultaron muy tensas: él ya había recuperado el hábito de escribir muy temprano en la biblioteca de la planta baja y ella cada vez tenía más eventos sociales. No hablaban, no se miraban… hasta que se fue para siempre. Una carta, un par de justificaciones perdidas entre los dientes y un te quise fueron suficientes para cerrar el capítulo. Las páginas siguientes fueron terribles. Acostumbrada a ganar, Isabel Preysler se arremangó como nunca, bajó al barro y habló con colaboradores y periodistas. Desde su entorno deslizaron acusaciones y medias verdades sobre comportamientos que buscaban dinamitar al hombre que se escondía tras el escritor. Fueron tiempos convulsos que le hicieron recapacitar sobre el valor de la familia. Arrepentido y con la venda de los ojos ya en la mano, Vargas Llosa volvió a casa. Solo un abrazo fue necesario para entender y aceptar sus disculpas. Y, desde entonces, ahora sí, todo volvió a ser igual.

Iruzkinak

Tentu cookie-ak erabiltzen ditu esperientzia onena eskaintzeko

Oinarrizkoak

Erabiltzailearen eta errendimenduaren analisiak