Este dispositivo llamado Ultra Mobility Vehicle (UMV) ha sido desarrollado por el Instituto de IA y Robótica (RAI) y combina lo mejor de las bicicletas con los robots con patas: la eficiencia al moverse por terrenos planos y la capacidad de saltar obstáculos de hasta un metro de altura. Verlo es todo un espectáculo, la verdad. El chasis es muy ligero, de fibra de carbono, y cuenta con un sistema de seis motores: dos para controlar la dirección y velocidad y cuatro para los saltos. El vehículo mide 80 cm cuando está plegado y puede extenderse hasta 152 cm en pleno salto. Su peso: 23 kg; lo bastante ligero como para despegar del suelo y lo bastante robusto como para soportar fuertes golpes, porque caídas durante los entrenamientos ha habido unas cuantas. ¿Cómo funciona? Básicamente, mediante el conocido aprendizaje por refuerzo. Va equipado con sensores avanzados (IMUs, LiDAR, cámaras, medidores de altura) que le permiten mantener el equilibrio, anticipar los aterrizajes y orientarse en entornos complejos. Con toda esta información el UMV ha aprendido a conducir, girar, saltar, hacer «caballito», dar saltos frontales y hasta a rebotar de forma continua, como hacen los pilotos humanos de trial. En conjunto, se han ejecutado millones de simulaciones para reducir lo que los expertos llaman «espacio entre la simulación y la realidad» (sim-to-real gap) que une el mundo virtual del entrenamiento con el físico del laboratorio.