En la arena de la playa, el pulso de la vida es un movimiento incierto, como el vuelo solitario de las gaviotas, siempre acompañado por el soplo helado del viento que llega y se choca con el cuerpo. El agua invade un trozo de tierra y las rocas erosionadas. El reflejo de un cielo gris y vertiginoso aparece pegado a las olas. Desde este punto, se divisa a lo lejos la Bahía de la Concha. En esta época del año los barcos casi no llegan. Es cierto que la gente está acostumbrada a mirar desde la dirección opuesta. Entre ambos puntos de mirada se extiende una porción considerable del océano profundo y hay algo en él que, en este territorio, deciden no nombrar. Esta presencia, que nunca buscan porque no tiene utilidad material, tiene un grito silencioso y es diferente de todo lo humano. Con el objetivo de crear borrones en el ciclo temporal de la materia, la instalación sonora apunta a una fantasmagoría que se eleva por encima de la palabra y se muestra en la carne, en un intento de dar cuerpo a mitos reales e imaginarios. A través de bucles superpuestos y ondas de distorsión mezcladas con un ejercicio de escucha activa realizado en la isla de Santa Clara durante el invierno, ¡ODOYÁ NO ESTÁ! es una ficción especulativa sobre lo que no se ve y sobre el cuerpo inmigrante que lo percibe. Un refugio, más allá de lo que se entiende por paraíso. * Presentación de las instalaciones artísticas del programa Una isla desierta y coloquio con las artistas Deva Pereda (Lika) y Ana Júlia Silvino (¡ODOYÁ NO ESTÁ!).